Tras las intensas negociaciones del fin de semana, el cierre de la COP26, la cumbre climática que se ha celebrado en Glasgow,  permite extraer unas primeras conclusiones sobre la relevancia de los debates y los acuerdos adoptados.

Hace unos días, la activista medioambiental Greta Thunberg dijo que todo lo que se estaba haciendo era bla, bla, bla y anticipó el fracaso de la reunión. Las posteriores negociaciones y acuerdos han demostrado, sin embargo, que de Glasgow han salido algo más que palabras huecas.

Estos son algunos de los compromisos adoptados (Declaración final):

  • Acuerdo bilateral entre Estados Unidos y China para colaborar en la reducción de emisiones de CO2 y de metano, así como en la lucha contra la desforestación ilegal.
  • Más de cien países, incluyendo EEUU y los de la Unión Europea, pactan reducir un 30% las emisiones de metano antes de 2030. China se ha negado a secundarlo porque dice tener su propio plan.
  • Acuerdo entre más de 20 países, incluyendo Estados Unidos, Canadá, España e Italia, para acabar con la financiación pública y las subvenciones a los combustibles fósiles antes de finales de 2022. China, Japón y Corea del Sur no lo han firmado.
  • Acuerdo de 110 países para detener la desforestación en 2030.
  • Se crea la Junta de Normas Internacionales de Sostenibilidad, que permitirá a las empresas adoptar criterios armonizados y globales de información en materia medioambiental, social y de gobernanza.
  • Países que representan el 90% del PIB mundial se han comprometido a la neutralidad de emisiones de carbono en 2050. China pospone el objetivo hasta 2060 e India hasta 2070.
  • Se crea la Alianza Más Allá del Petrólea y el Gas (BOGA, por sus siglas en inglés), que propone la eliminación progresiva de la producción de ambos combustibles, aunque de momento solo tiene 12 miembros.
  • Se insta a todos los países a mejorar ya sus programas nacionales de reducción de emisiones a fin de conseguir en 2030 un ajuste del 45% respecto a las cifras de 2010.
  • Se acuerdan las reglas para el mercado de créditos de carbono (artículo 6 del Acuerdo de París), cuya falta de desarrollo había provocado en los últimos años la doble contabilidad en la medición de la reducción de emisiones.

Estos acuerdos son un reflejo de la creciente toma de conciencia de la necesidad urgente de dar un paso adelante para evitar el desastre medioambiental. Sin embargo, estos avances contrastan con la falta de concreción y contundencia de la declaración final en algunos temas que pueden ser considerados clave para la lucha contra el cambio climático.  La presión de los países más contaminantes, como China e India, ha suavizado la redacción de algunos de los puntos del comunicado final. Es el caso, especialmente, de la referencia a la electricidad obtenida con carbón, en la que se insta a su reducción progresiva (phasedown, en inglés) en lugar de su eliminación progresiva (phaseout), y además se exceptúan aquellas instalaciones en las que exista tecnología de captura y almacenamiento de CO2. Algo parecido ocurre con la mención a la desaparición de los subsidios a los combustibles fósiles, en la que la introducción del adjetivo ineficientes rebaja las conclusiones finales.

Tampoco ha habido progresos importantes en los debates sobre la denominada justicia climática, un compromiso adquirido por los países desarrollados para financiar con 100.000 millones de dólares anuales a los países más vulnerables, y que no se ha materializado hasta ahora. El comunicado final urge al cumplimiento de este objetivo con vistas a 2025 y recomienda elevarlo significativamente. Respecto al fomento de las medidas de adaptación, que es otra de las reclamaciones tratadas en la cumbre, se hace un llamamiento a duplicar su financiación en 2025, aunque sobre las cifras de 2019, lo cual hace que el objetivo sea más limitado.

Estas lagunas son la demostración de que la cumbre de Glasgow se ha quedado corta en sus ambiciones por revitalizar la lucha contra el cambio climático. En todo caso, tan importante es conseguir acelerar e intensificar las políticas medioambientales como respetar los compromisos ya contraídos por los distintos países. Según las proyecciones de la organización Climate Action Tracker (ver gráfico adjunto), si se cumplen todos y cada uno de los objetivos anunciados (los obligatorios y los voluntarios, los de las estrategias a largo plazo y las llamadas contribuciones determinadas a nivel nacional, o NDC en inglés) la subida de la temperatura a finales de siglo podría limitarse a 1,8º centígrados, no lejos del objetivo de 1,5º fijado en el Acuerdo de París. Pero eso es ser, seguramente, demasiado optimista. La batalla será larga y difícil, y el desenlace favorable dista mucho de estar asegurado.

COP26 y proyecciones de calentamiento global